Observ[en] la unidad del espíritu en el vínculo unidor de la paz (Efes.4:3).

Alcanzamos la unidad cuando obedecemos los mandatos de Jehová y nos dejamos moldear por el espíritu santo. Sobre la base del sacrificio redentor de Cristo, Jehová ha declarado justos como hijos a sus ungidos y justos como amigos a las otras ovejas. Sin embargo, mientras cualquiera de nosotros siga vivo en la Tierra en este sistema de cosas, sin duda surgirán diferencias personales (Rom. 5:9; Sant. 2:23). De otro modo no hubiera sido necesario el consejo inspirado de que los cristianos sigan “soportándose unos a otros”. ¿Cómo alcanzamos, pues, la unidad con nuestros hermanos en la fe? Necesitamos cultivar “completa humildad mental y apacibilidad” (Efes. 4:1, 2). Para aplicar este consejo hay que dejarse guiar por el espíritu de Dios y permitir que produzca su fruto en nosotros. En contraste con las divisivas obras de la carne, el fruto del espíritu lima cualquier desavenencia que pueda surgir. w1215/7 4:6, 7