Hizo en gran escala lo que era malo a los ojos de Jehová (2 Cr ´ on. 33:6).

Unos trescientos sesenta años después de que David comenzó a reinar, Manasés ascendió al trono de Judá. Su reinado de cincuenta y cinco años fue calamitoso por su maldad, y Jehová lo condenó por sus actos detestables. Con el tiempo, Manasés fue encarcelado en Babilonia, lejos de su tierra natal. Allí “siguió humillándose mucho” y “siguió orando” (2 Crón. 33:12, 13). ¿Cómo respondió Jehová a las oraciones de Manasés? “Se dejó rogar por él y oyó su petición de favor.” Al igual que David, Manasés reconoció la gravedad de sus pecados y se arrepintió sinceramente. Por eso, Dios lo perdonó y le permitió volver a reinar en Jerusalén. Así, “Manasés llegó a saber que Jehová es el Dios verdadero” (2 Crón. 33:13). ¡Cómo nos reconforta este ejemplo de que nuestro misericordioso Dios perdona a quienes se arrepienten! w12 15/11 4:11-13